Este artículo está escrito por Maja Dekleva Lapajne y Norbert Sven Fö, dos artistas escénicos que han estado considerando la improvisación como área principal de investigación y trabajo por más de veinte años. La improvisación también resulta ser una de nuestras grandes pasiones y frustraciones. La experiencia de Maja está basada en la improvisación teatral, mientras que la de Norbert se origina desde la danza improvisada, aunque hemos interconectado ambos campos en numerosas formas a lo largo de los años, agregando a la mezcla improvisación en clave de clown e improvisación con sonido, voz y música. Desde 2014, hemos estado colaborando en una práctica performativa y de escritura titulada „Life Refabricated“ (Vida Refabricada), la cual se dedica a la exploración de la improvisación artística. Además de nuestros encuentros regulares en el escenario, estamos, lentamente, escribiendo un libro con el título „Improvisation, Revolution, Love“ (Improvisación, Revolución, Amor). Este texto se deriva de dicho trabajo.

A lo largo de años de trabajar, crear, colaborar, discutir, actuar y observar en los campos de la improvisación en teatro, danza y clown , hemos sido testigos de numerosos intentos de definir la improvisación. Hemos observado el deseo de domar este método irreprimible, este fenómeno, este arte, este mismo corazón de la creatividad o incluso este enfoque hacia la creación y la existencia.

El peligro de intentar alcanzar una definición de la improvisación es que podemos ignorar su premisa básica: exploración, creatividad, descubrimiento, invención, cuestionamiento. En esta trampa, los intentos de revelar la improvisación entre creadores y teóricos se ha inclinado más hacia la eliminación, hacia hablar sobre qué no es la improvisación. Esto nos permite, más que definir rígidamente la improvisación y por ende limitarla, dejar el suficiente espacio para diferentes enfoques y manifestaciones y, al mismo tiempo, ir más allá de ver la improvisación como todo o cualquier cosa.

Esta vez, ambos decidimos escribir sobre qué es la improvisación. No es nuestro objetivo proveer una lista completa de definiciones, sino revelar que la improvisación cubre una variedad de cosas, y que puede cubrir muchas cosas que no hemos considerado hasta ahora. Cada definición nos permite usarla, aprender algo nuevo, abrir nuevos campos de investigación, ver nuevos conceptos o incluso encontrar nuevas maneras de improvisar. De esta forma, la improvisación ya no es cualquier cosa, es esto, y esto, y esto. Sin embargo, también es algo inimaginable, algo que aún no se ha expresado en palabras, algo que no se ha practicado todavía. Cada uno de los siguientes párrafos de este artículo provee una definición de la improvisación. Así que comencemos con el primero al final de este párrafo: la improvisación es algo que está constantemente siendo inventado.

Parte de la constante reinvención gira en torno a la continua observación del estado de una misma, de sus alrededores, entre una y sus alrededores. Observar el estado del ser significa notar los pensamientos, emociones, distribución del peso, profundidad de la respiración, la arquitectura del espacio, cambios en la luz, la posición de las sillas, el sonido del suelo, quién está tosiendo en el público, qué hemos traído a esta comunidad temporal, a cuántos kilómetros se está disputando una guerra, cuántos de nosotros tenemos acceso a asistencia médica, cómo es el clima, cuán ansiosos nos pone el cambio climático y, al mismo tiempo, observar la situación que genera la pregunta de qué es lo que vamos a hacer con ello. Esto crea un espacio para la emergencia, un espacio para la invención, un espacio para el renacimiento. La improvisación es trabajar con lo que hay.

La improvisación es emergencia.

La improvisación es hacer que un momento cobre vida. Es componer música que emerge de la multitud de sonidos y silencios que ya están presentes. Es la construcción de una estatua de piedra que siempre ha estado allí y, sin embargo, sus capas exteriores tienen que ser removidas para que se vuelva obvia. Es poner en evidencia el elefante rosado en la habitación. Es agregar la pieza faltante del puzle con gran precisión. Es realizar gestos escénicos que revelan lo que ya está entre nosotros. Es el sentimiento de que algo está exactamente en su lugar, de que sucedió en el momento exacto. Que en realidad siempre estuvo allí, era simplemente una cuestión de identificarlo y hacer un pequeño movimiento, un gesto preciso, un cambio de atención, coger un pensamiento al vuelo, la sutil revelación de un sentimiento, simplemente decir lo obvio. La improvisación es ayudar a que el momento cobre vida, revelarlo en todo su contenido. Es una sorpresa y, al mismo tiempo, no lo es. Es reconocimiento.

La improvisación es obtener un evento de un momento. Un momento se convierte en evento cuando se inventa su documentación.

La improvisación es el catalizador de lo que se encuentra entre nosotros. Un catalizador permite que se sucedan reacciones químicas bajo condiciones que requieren menor energía que las que requeriría sin un catalizador. La improvisación es un lugar de atención aumentada. La atención atrae las situaciones, temas y espacios que nos rodean, hacia el campo creado por la improvisación. Un impulso surge de los pequeños toques entre los diferentes espacios, e impulsa toda la situación en una dirección en la cual todos estos espacios están presentes y conectados al mismo tiempo. Si esto sucediera sin la improvisación, requeriría mucha más energía y tiempo.

La improvisación es un lugar de encuentro. Reúne todo lo que está en nuestro interior, entre nosotras y en contacto con nosotras: fragmentos, temas, ideas, eventos, sentimientos, movimientos. La improvisación también detecta y reúne lo que traemos inconscientemente. Reúne y conecta, al tiempo que permanece abierta a diferentes formas de conectar, sin encapsular el todo. La improvisación es permeable, sigue evolucionando, está constantemente respirando, está viva.

A menudo hablamos, escribimos y pensamos acerca de la improvisación como algo insostenible. Honramos el hecho de que está viva, que sucede en el momento y que desaparece un momento después. El hecho de que sea irrepetible la hace preciosa. Es el sentido de transitoriedad que potencia el valor del momento. La improvisación está constantemente muriendo, pasando, desapareciendo, y allí, la viveza del momento y de la vida misma, resalta aún más.

Veamos qué sucede si decimos lo contrario. La improvisación es sostenibilidad. En primer lugar, porque no se pretende que las cosas, eventos o vidas puedan ser repetidas. La improvisación no se oculta en una transitoriedad siempre presente. Y, en segundo lugar, porque la improvisación es la transformación del momento en evento. La improvisación trabaja con lo que está allí, y para hacerlo, necesitamos – antes que nada – descubrir y reconocer lo que hay. No se trata de traer un producto existente de otro tiempo y lugar e insertarlo en nuestras vidas, ignorando lo que hay aquí y ahora. La improvisación se trata de revelar y jugar con lo que ya está entre nosotros. Se trata de reconocer el suelo que pisamos y abrir la puerta a lo que crezca de allí. La improvisación es hacer que los momentos cobren vida, gritando que existen. Y que existimos. De esta forma, la improvisación deja infinitos trazos, tocando y cocreando nuestras fugaces vidas y las vidas que vendrán.

La improvisación es irrepetible y está llena de repeticiones. Algo de la improvisación se repite, si no no se reconocería como improvisación. Al mismo tiempo, se expande y densifica a través de la repetición, y a través de ella se incrusta en el tiempo. La improvisación se alimenta de revisitar espacios, gestos, sonidos, movimientos, palabras, modos y relaciones. Con cada repetición logramos un conocimiento más profundo, un campo más amplio con el que jugar, y nuevos significados. Al mismo tiempo, es la repetición la que produce diferencia. La repetición nos permite saber que ya hemos estado antes en algún lugar y que otro día estaremos en otro. A veces, la improvisación repite aquello que aún no ha sido completamente procesado y jugado, aquello que está todavía inexplorado, aquello que es potente para la cognición. Revisitar es lo que permite que la pregunta ‘¿qué más?’ sea posible.

La improvisación es lo que sigue sucediendo. La improvisación es continuación.

Hay una trampa en cada movimiento y en cada decisión. Por ende, hay una trampa también en escribir sobre la improvisación afirmativamente. Escribir afirmativamente sobre improvisación puede ser visto como una glorificación de la improvisación, un elogio ideológico de la improvisación que se supone debe infundir toda la vida. Es más, semejante enfoque puede también sugerir que ambos somos maestros de la improvisación, y que todo acto improvisado que hacemos promulga al menos una de las afirmaciones de la improvisación. Por supuesto que no es el caso. Nuestra decisión de escribir afirmativamente proviene tanto de incontables fracasos, vulnerabilidades, inseguridades y dudas, como de maravillosas experiencias, gestos magistrales y flujos brillantes. Proviene tanto de encuentros extremadamente cortos y prolongados con estas definiciones de la improvisación. La escritura afirmativa crea un polígono en el cual las definiciones pueden ser probadas, rechazadas, confirmadas, contradichas y experimentadas en numerosas formas. Al probarlas podemos fallar una y otra vez, fallar mejor cada vez, o quizás darnos cuenta de que ya no las necesitamos, o tal vez encontrar nuevas definiciones a medida que practicamos. La improvisación es práctica.

La improvisación es intangible pero tocable. Solo porque algo no sea asible no significa que no esté allí. Puedes tocarla y saber, sentir que está allí porque estás en contacto con ella. Tangible significa que conoces esa cosa hasta el punto de poder sostenerla, conoces su forma, su tamaño. El agarre es funcional, y como tal, reduce el tacto a su utilidad. La improvisación no puede ser limitada a la funcionalidad, no puede ser instrumentalizada. Si la instrumentalizamos, se nos escurre de las manos. Nos deja con una carcasa vacía en nuestras manos.

La improvisación es nomadismo. Está constantemente moviéndose entre diferentes territorios, y aun así no le pertenece a nadie. Está comprometida con el camino que crea a medida que se mueve de un territorio a otro y a la creación del camino en sí mismo. Un camino que emerge de cada paso sucesivo. Tiene una orientación, pero no una dirección u objetivo. La orientación determina la dirección en cualquier momento, pero la dirección y el objetivo no determinan la orientación.

La improvisación es la inscripción del nomadismo al sedentarismo.

La improvisación es un signo de pregunta al final de cada frase, al final de cada palabra de esa frase, al final de cada letra de cada palabra de esa frase. Cada definición de improvisación también genera la pregunta de la consistencia de esa definición. La improvisación yace en el espacio que se forma en el medio, sin embargo, la definición nos lleva a un final, incluso si es temporal. La pregunta de si es tal y como sostenemos crea un espacio intermedio, una suspensión, una deriva que lleva a la improvisación. Ponerla en categorías y géneros, reproducir relaciones sociales existentes, detenernos en comprensiones actuales del mundo, nada de esto se acerca a la improvisación. La improvisación es cuestionar.

La improvisación es resistencia. La improvisación resiste la orientación hacia un objetivo, resiste la productividad. Resiste los logros. Y los logros excesivos. Resiste la perfección. Resiste la autocracia. Resiste la jerarquía entre los diferentes roles dentro de un trabajo artístico – director, coreógrafo, dramaturgo, actor principal, actor secundario, performer, autor. Resiste la jerarquía entre performers y público y, por ende, la jerarquía social en general. Resiste la censura. Resiste el orden social existente. No importa en que cajita pongamos a la improvisación, no importa cuánto intentemos regularla, siempre creará mini espacios de libertad y pequeñas grietas a través de las cuales podemos respirar y entrar en contacto con algo más.

Cuando ambos asistimos a eventos, actuaciones y festivales de improvisación como artistas o espectadores, admitimos que la mayoría de las actuaciones no nos tocan. En la práctica, logramos y desentrañamos bastante poco de lo que de otras maneras surge en la idea de improvisación. Hay mucha incomodidad convencional en los eventos de impro, y mientras más intentamos aventurarnos completamente a la improvisación abierta, más nos perdemos en hábitos y convenciones indiscutidas. Los eventos de improvisación son, a menudo, intentos fallidos y rara vez vemos el maravilloso florecimiento del potencial de la improvisación. La improvisación es una utopía.

La improvisación es admitir lo obvio.

Este escrito es un diálogo: entre nosotros dos, entre nosotros dos y lo que hemos escrito, entre nosotros dos y nuestros lectores. El diálogo abre un espacio intermedio en el cual los matices son más importantes que los extremos. Un espacio donde las cosas se hacen importantes, con capas, se desdoblan, crecen, se hacen visibles. La improvisación es un diálogo. Se alimenta del contacto y las conexiones. Este texto está creado en diálogo con ustedes, lectores. Ahora. La improvisación es un diálogo con el ahora. También incorpora la torpeza de nuestros intentos de traducir juegos de palabras eslovenos que incluyen la palabra „ahora“ al inglés. Aquí, ahora. Este gesto. También estamos en diálogo con el lenguaje experto, el cual conocemos como expertos por experiencia, expertos experienciales. Con el conocimiento adquirido de la experiencia viene un lenguaje que no es necesariamente un lenguaje teórico académico, sino un lenguaje teórico improvisado. La improvisación es una teoría del ahora y de estar en diálogo con el ahora. La improvisación es correspondencia. Eliges un corresponsal, un receptor – el mundo, un compañero, un amigo, un texto, un lector- y envías una propuesta a ese corresponsal. Digamos aquí y ahora. Te invitamos, lector, al diálogo, te invitamos a observar y cuestionar las actuales definiciones propuestas de la improvisación.

La improvisación es ternura y broma.

La improvisación es contacto. Sucede en ese espacio entre todas las personas involucradas. Todas las personas presentes tienen una influencia en el curso de la improvisación. El evento de la improvisación es diferente debido a cada persona presente. La improvisación es cercanía. Cada persona involucrada se acerca a medida que somos testigos de la exploración, el no saber y el descubrimiento en conjunto. Podría parecer que a veces la cercanía se conecta con la similitud. Podría parecer que mientras mayor sea la similitud, mayor será la cercanía. A veces queremos volvernos similares a otros por el hecho de acercarnos, por el hecho de conectar, por el hecho de pertenecer, por el hecho de no estar lejos y solos. Pero la cercanía no es fusión, no es igualdad, no es individualidad. La cercanía es la cercanía de las diferencias. Todo y todas son bienvenidas en la improvisación. No necesitamos estar en un cierto estado, no necesitamos un cierto trasfondo, no necesitamos negar, ocultar, silenciar o poner a un lado una parte nuestra para poder experimentar una obra de arte improvisada. La improvisación invita al público a la experiencia con todo su ser. Está construida con todas nuestras particularidades, rarezas y vulnerabilidades. Acepta todas nuestras partes, las socialmente aceptables y las marginadas. La improvisación es una admiración colectiva de las maravillas de la vida.

La improvisación es cocreación y coexistencia.

La improvisación es inclusión. La improvisación sucede en la voluntad de incluir lo que sucede dentro y alrededor nuestro. A menudo queremos cubrir algo o borrar algo. Por ejemplo, el miedo escénico, el miedo a la exposición, la vergüenza, el momento en que necesito ajustar mis pantalones, el espectador insatisfecho saliendo del teatro, sobrepensar, el deseo de control, la fuga de orina cuando salto, enamorarse, dudar, usar trucos ya probados, el fracaso, desafinar cantando, perder el contacto, la desorientación, la pasión. Sin embargo, la improvisación no borra. La improvisación no es erradicable. Registra todo y se alimenta de todo. Incluso cuando queremos ocultarnos, incluso cuando no somos conscientes de ello, incluso cuando tenemos la intención de hacerlo pero no lo hacemos. Por supuesto, escribir es diferente a la acción en el escenario. Hemos borrado muchas palabras en este texto, algunas por errores de tipeo, otras porque consideramos que no pertenecían a él, otras porque nos autocensuramos y borramos partes del texto que consideramos estúpidas, inapropiadas o completamente insignificantes, y otras porque no estuvimos de acuerdo, o porque nos sentimos vulnerables. Y aun así, tenemos la sensación de que lo que hayamos borrado todavía existe en algún sitio. La improvisación nos inspira de tal forma que este texto es también una membrana permeable a través de la cual los lectores puede ver lo que borramos.

A menudo decimos que la improvisación es inevitable en la vida. Pero podríamos también decir que la improvisación es jugar con lo inevitable.

La improvisación es un proceso de trabajo preciso y detallado. Cuando es meticuloso y atento, los universos se despliegan en los detalles. Los temas importantes y las situaciones temblorosas no vienen de cualquier sitio, de algo completamente externo o del genio de un solo actor. Los detalles -la sonrisa tímida, los pasos nerviosos, el olor a sudor de cansancio, la forma en la que el espectador entra a la sala y nos saluda, la exhalación prolongada, el calambre en el cuello, la voz quebrándose cuando una palabra en particular es dicha, la mano moviéndose mínimamente con el deseo de tocar, la mirada lateral – son los pasillos que nos conducen a los temas actuales, si tan solo pudiéramos notarlos y atenderlos. Si logramos explorarlos en cámara lenta. Sin saltar rápidamente de un tema a otro, de una idea a otra, de una acción a algo completamente diferente. Lentamente, con microscópica atención, abrimos las pequeñas puertas del detalle. Esta desaceleración nos dota de sentimientos, descubrimientos y conocimientos a la velocidad de la luz.

Cuando pasamos de un detalle a otro creamos un determinado camino. Este camino puede consistir en un salto, puede serpentear, puede ser un vuelo. La transición tiene que ser organizada. Al organizarla, tenemos en cuenta varios detalles al mismo tiempo, sus circunstancias inmediatas, su percepción del compañero de escena, del espectador, del observador. También organizamos los medios de la transición – esto puede ser movimiento, lenguaje, vista, sonido… La organización del camino entre los detalles se llama improvisación.

La improvisación es confianza. Confianza en una misma, confianza en tus compañeros de escena, confianza en tu impulso, sugerencia, intuición, situación, sentimientos, confianza en el mundo. Todo esto está arraigado en microdecisiones. No hay camino, no hay objetivo, pero hay un paso. Un paso como microdecisión que establece el camino y la orientación. Es un paso, y cuando lo damos, tenemos un camino y una orientación. El camino y la orientación puede cambiar al siguiente paso. Aunque sea un poco, por un momento sutil. Y seguimos caminando. Cuando la confianza se debilita, ayuda preguntarnos: „¿Qué pasa si confío un poco más?“, para que no siempre dependamos de esa gran confianza absoluta. La confianza no es esperanza. No se trata de esperar que las cosas sucedan en la improvisación. No se trata de esperar que confiaremos en nosotros. No se trata de esperar el milagro, aunque a veces la improvisación parece milagrosa o incluso escribir acerca de ella parezca místico, casi religioso. La confianza es trabajo. Crear y nutrir un espacio seguro, ofrecer apoyo, dar tiempo, atención, sensibilidad y compasión las unos a las otras, crear una relación, experimentar y explorar, elegir el amor sobre el miedo, escucha, responder. La esperanza recae en las manos de alguien más. La confianza es nuestra.

La improvisación es una respuesta viva. No es solamente reaccionar. Es una respuesta activa, está siempre vibrando, sintiendo, pensando, moviéndose, jugando, proponiendo. Algo siempre se está cocinando en el horno de la respuesta. Una reacción pasiva no es suficiente para la improvisación. La improvisación es una respuesta comprometida y viva. Al mismo tiempo esto no significa que sea necesariamente activista.

La improvisación es una pausa del suceso, una pausa en el mundo. Puede tomar la forma de una interrupción. No sigamos la lógica del mundo. Reemplacémosla con otra, movámonos a otra más poética. La improvisación es mantener el aliento entre la inhalación y la exhalación. La pausa aparece en forma de grieta. Estallidos silenciosos. Quietud. El momento en el que sostenemos la respiración porque podemos exhalar en muchas direcciones. La pausa que nos lleva por el camino que hemos establecido. La pausa como cambio de atención interno. La pausa como cambio de atención externo. La pausa como entrada a los mundos paralelos que se encuentran a nuestro lado, de los cuales solo somos conscientes cuando elegimos pausar. Una pausa no es necesariamente una detención, quietud, puede ser un fuerte grito. Una pausa puede ser flotar en el aire justo antes de tocar el suelo. Una pausa en forma de rendición. Una pausa como sueño y sueños que sostienen la llave de los conocimientos.

La improvisación es soltar.

La improvisación es seguir.

La improvisación es notar y hacer.

La improvisación es tratar el error como regalo.

La improvisación es presencia.

La improvisación es construir de acuerdo al plan que se despliega durante la construcción.

La improvisación es escuchar.

La improvisación es escuchar la escucha.

La improvisación es persistir en el estado en el que estamos hasta que un cambio de estado ocurre en esa persistencia. La improvisación muere en el momento en que continuamos persistiendo en el estado en el que estamos, incluso cuando sentimos un cambio, un impulso hacia la acción, hacia otro lugar, otro estado, ha surgido del espacio creado por la persistencia.

La improvisación es un desapego que no es un retiro o un escape. Nos distanciamos de la situación ligeramente, nos alejamos lo suficiente como para seguir siendo parte de ella y observarla al mismo tiempo. Cuando la improvisación se viste de desapego se permite danzar con temas que de otra forma son difíciles de tratar. Crea una distancia lúdica que, en realidad, nos permite ir más profundo, más lejos, y también más cerca. Es como si estuviéramos tratando un tema candente, sosteniéndolo con los guantes de la distancia que aísla el calor lo suficiente como para jugar con él. Estos temas suelen tocarnos personalmente y también presionan en nuestras vidas privadas. Si lo privado y lo personal se mantienen indistintamente fusionados, la actuación se convierte en terapia. Sin embargo, en la improvisación artística, abrimos lo personal como gran fuente de material y lo procesamos escénicamente. Nos ponemos el guante de la distancia para tocar lo personal más fácilmente y refabricarlo en algo accesible, universal.

La improvisación es la práctica del desapego y una conexión fiel a la situación.

Recibimos una propuesta, un impulso, una sugerencia de nuestro compañero de improvisación. La enfrentamos de diferentes lados, saboreándola, oliéndola, mirándola. Luego observamos el viaje del impulso recibido bajando por la garganta. Quizás se quede atascada y tengamos que toser. Si no, irá directo al estómago, las primeras observaciones ya están materializándose, el impulso parcialmente procesado ya está transmitiendo, enviando nuevas sugerencias hacia nuestro compañero de escena. El impulso continúa su camino a los intestinos, moviéndose, fluyendo, burbujeando, jugando, emitiendo sustancias, mientras continuamos exponiendo nuestras observaciones a nuestro compañero. El impulso se mueve hasta la parte final del proceso, en el cual se produce fertilizante en lugar de deshecho. La improvisación es procesar. Es un proceso y es un producto.

La improvisación es lanzarse al infinito.

La improvisación abre un espacio de infinitas posibilidades para el siguiente paso. Esto puede, a menudo, ser insostenible. Ya es mucho si notamos nuestra (in) quietud al respecto. Es mucho aceptar que al elegir una, dos, o quizás tres opciones, abandonamos todas las demás. Es mucho abrirnos a las nuevas posibilidades que la elección trae. La improvisación es un viaje entre lo finito y lo infinito. Solo podemos tocar el infinito al alejarnos de lo finito y volviendo a él. Nos lanzamos a órbita con un cohete/aguja y un hilo, temporalmente superando la gravedad de la circunstancia y cosiendo una, dos o tres posibilidades, las cuales aumentan a medida que la gravedad decrece. Y luego volvemos hacia lo conocido y lo finito, enriqueciendolo con un hilo que ha tocado algo más, algo diferente, un hilo que ha tocado la infinidad. La improvisación es coser lo finito y lo infinito.

La improvisación es incrustar un universo en otro.

La improvisación es un camino que es conocido, solo que no lo es para nosotros hoy.

La improvisación es aventurarse a lo desconocido. La improvisación es explorar lo desconocido para hacerlo conocido. La improvisación es la exploración detallada de lo conocido para que se vuelva desconocido. La improvisación es jugar con lo conocido y lo desconocido.

La improvisación es una práctica en la que confrontamos con lo desconocido. Incluso lo desconocido más familiar: la muerte. Qué aterrador es no saber. Qué escalofriante es no saber donde estamos yendo. Estamos llenos de ansiedad y aun así, vivimos cada día. No saber es el equivalente a vivir. ¿Y a dónde vamos cuando improvisamos? Vamos… aquí. Para llegar a donde estamos. Para estar presente con dónde estamos y cómo estamos. Para sentir, para experimentar, para ver, para oír donde realmente estamos. Para ser con todo lo que somos, sin exclusividad, sin pretensión, sin ocultarnos, quizás ocultándonos conscientemente, sin decoraciones ni ropas, quizás con ornamentos que dibujan la esencia del momento. En esloveno, „aquí“ y „ser“ son la misma palabra. El „aquí“ espacial y el „ser“ como ser. Estoy aquí, existo. No estaré aquí para siempre. Pero ahora estoy viva.

La improvisación es una pregunta: ¿Qué más es la improvisación?

Este artículo fue publicado en la revista Status en agosto de 2024.
Autores del artículo: Maja Dekleva Lapajne, Norbert Sven Fö
Traducción al español: Feña Ortalli

Este artículo fue publicado originalmente en esloveno en diciembre de 2023 en el número 59 de la revista Dialogi en Maribor, Eslovenia.
Editor de esta edición de Dialogi: Jasmina Založnik